3 aprendizajes de mi primer año emprendiendo
En febrero de 2022 me di de alta como autónomo.
Ese momento acojona. Es cuando te das cuenta de que la cosa va en serio. Si no facturas nada, ya no te quedas a cero: pierdes dinero porque toca pagar la cuota y Papá Estado no perdona, que tiene muchos hijos a los que alimentar.
Que sí, que la tarifa plana tal y cual. Pero empezar a pagar por trabajar es un momento que te pone los huevos de corbata.
Aunque en realidad yo llevaba ya algunos meses “facturando”.
Había vendido algunos productos y había trabajado con un HooL que quiso fiarse de un tío sin cara, sin nombre y sin sello de calidad (el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra).
En fin.
Ha llovido mucho desde entonces. Y la jugosa tajada de la Agencia Tributaria durante ese tiempo asciende a más de 20.000€.
Por mi parte, 2022 fue mi mejor año profesional hasta la fecha. Tanto a nivel económico como de aprendizajes. Que es de lo que quiero hablarte en este primer email.
En concreto, te voy a hablar de 3 cosas que considero clave.
3 cosas que uno aprende quiera o no.
Es eso o irse a la mierda.
1. Ser tu propio jefe significa ejercer como tal
El trabajo de un jefe es jodido.
Tienes que motivar, organizar, traer trabajo, poner las pilas, subir los ánimos, pagar los sueldos, echar horas extra cuando es necesario…
Ser autónomo significa ser tu propio jefe… para todo.
Sí, puedes decidir no trabajar un martes porque tu hijo se gradúa de cinturón verde de taekwondo y quieres ir a verle. Pero el trabajo que no haces ese día quizás te toca hacerlo el domingo. Y tal vez te pierdas el partido de balonmano de tu hija.
Vas a tener que organizarte y ser responsable de ti mismo para cumplir con tus clientes. Son los que sustentan tu negocio. Aunque tú los elijas, a veces te darán mil patadas. Pero hay que cumplir.
Vas a ser tan libre como bien sepas organizarte. Y organizarse no siempre es fácil. Sobre todo si vienes de que te organicen.
2. A emprender se viene llorado de casa
Todo el rollo de la salud mental está muy de moda. Y estoy 100% de acuerdo con que hay que cuidarla y priorizarla.
Pero si te lanzas a emprender tienes que aceptarlo:
Vas a tener días buenos, de subidón, de comerte el mundo, de sentirte el puto rey de la montaña, de caminar por la calle como Richard Ashcroft en el vídeo de Bittersweet Symphony.
Pero también vas a tener días malos, de mierda, de odiarte con ganas, de que no salga nada, de sentirte más incapaz que un ciego en una competición de tiro con arco.
Y deberás aprender que solo son eso: días buenos unos y días malos los otros. Pero que ninguno de los dos refleja la realidad de tu proyecto.
3. Eres la suma de lo que haces día tras día, tras día, tras…
No somos lo que comemos. Tampoco somos lo que decimos. Ni siquiera somos lo que pensamos. Si somos algo (todavía no lo tengo claro), somos lo que hacemos cada día.
Esto aplica a la vida y a los negocios. Porque la vida aplica a los negocios, por si no lo sabías. Y los negocios aplican a la vida.
Dan igual tus objetivos, tus sueños y tus deseos.
Lo único que importa es hoy y lo que haces con él.
Saco mi lado friki para citar a Gandalf: “No nos toca a nosotros decidir lo que nos sucede. Pero sí podemos decidir lo que queremos hacer con el tiempo que se nos ha dado”.
Si quieres que tu proyecto funcione, haz lo necesario para ello. Trabaja día tras día para avanzar en esa dirección.
Recuerda lo que dice James Clear:
No te elevas al nivel de tus objetivos, caes al nivel de tus sistemas.
Hasta aquí estas 3 lecciones.
Algunos estarán de acuerdo. A otros no les habré descubierto nada nuevo (porque no hay nada nuevo bajo el sol). Otros me dirán que pongo todo el peso sobre los hombros de la persona porque soy un tuboliberal.
En realidad, lo único que he hecho es transmitir las conclusiones que he sacado de mi primer año emprendiendo.
Son mis conclusiones. Mis lecciones. Otros tendrán otras.
Espero que te sirvan y te ayuden.
Nos leemos próximamente.
Abrazo,
Luis AKA Copy de Incógnito